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El Paraíso de los Anhelos Perdidos

Latidos

EurídiceSentía los latidos de su corazón. Los jadeos y la respiración apagada que se condensaba en fino vaho alrededor de su boca. A aquel hombre no le debían de quedar muchas noches antes de que caminase a lo largo del túnel. Ella lo sabía. Lo miraba mientras dormía tumbado en su sitio. Lo echaba de menos. Había sido su hueco durante muchos años. Y ahora lo ocupaba un drogadicto maloliente que exudaba alcohol. Suponía que dentro de una semana sería el hueco de algún mendigo y dentro de un mes el de alguna adolecente que había huído de casa.
Ella lo miraba de pie. Apoyada silenciosa en la pared. Dejando que el tiempo corriese en aquella noche sin trenes. Siempre la habían gustado las noches de aquella estación. Solía dormir arropada por el silencio que la poblaba en la oscuridad. Cuando ningún vagón atravesaba sus andenes.
Ahora echaba de menos su sitio. Pero aunque quisiera no podría volver a ocuparlo. Ya había pasado mucho tiempo de entonces. Ya había visto allí a niños perdidos y mendigos en sus últimos minutos de vida. Había visto como se drogaban los desperdicios creados por una sociedad que la había maltratado. Y como lloraban sus penas muchos hombres y mujeres.
Y, aún así, aquel era su sitio. Su hogar. Pero ya no podía ocuparlo.

1 comentario

Marta -

No sé como lo consigues, te envidio mucho!!! Eres capaz de escribir miles de historias, y todas ellas, dotarlas de un sentimiento y una realidad pasmosa. Me encanta.